Con la llegada de las bajas temperaturas apetece hablar un poco de calefacción, ¿no?

Cuando te planteas hacer una reforma integral de tu vivienda, una de las decisiones más importantes que debes tomar es qué sistema de calefacción vas a elegir.

Hoy nos vamos a centrar en uno de ellos: el suelo radiante. Una de las preguntas que más nos hacen cuando acompañamos a nuestros clientes a tomar esta decisión es si este sistema es una buena opción para calefactar la vivienda.

Dentro del asesoramiento que prestamos, la parte de las instalaciones es muy importante, ya que muchas veces los clientes no saben distinguir las ventajas o las desventajas de cada tipo de instalación.

El suelo radiante tiene muchas ventajas; ventajas funcionales, como que el calor se reparte de manera más uniforme por toda la casa;  ventajas en cuanto a comodidad, ya que el calor que emana desde la superficie es más saludable, pues te mantiene los pies calientes y la cabeza fría, que es la mejor sensación de confort posible; y ventajas estéticas, como que elimina por completo las tuberías y los radiadores que están presentes en la mayoría de las casas, lo cual, a su vez, nos facilita enormemente la labor de amueblar nuestra vivienda.

Pese a que son muchos sus beneficios, el suelo radiante también cuenta con alguna desventaja como, por ejemplo, que tiene una inercia térmica muy alta, es decir, tarda mucho en calentar la casa. Esto supone un hándicap, por ejemplo, para esos días de primavera y otoño en los que hace frío por la noche y calor por el día. Pese a esto, cabe mencionar también que, una vez que apagamos el suelo radiante, la casa permanece caliente durante mucho más tiempo que con otras calefacciones. Esto constituye una gran ventaja para nuestra vivienda habitual, no así para viviendas temporales o de fin de semana en las que carece de funcionalidad a no ser que instalemos un accionamiento a distancia para encender el dispositivo unas cuantas horas antes de ir.

También existe una ventaja económica que recae en que en el suelo radiante el agua circula a temperatura baja, entre 40 y 50 grados, no como en otros tipos de dispositivos calefactores que requieren que el agua circule a temperaturas entre 80 y 90 grados para que funcionen, lo cual supone un ahorro energético importante.

Si sigues teniendo dudas sobre qué tipo de calefacción elegir, contacta con nosotros y te ayudaremos encantados a tomar esa decisión en tu reforma.

 

Antonio Palacios